domingo, 20 de mayo de 2007

Pese a quién le pese

Sergio Pellicer

Vivimos una época de capa caída para la prensa, un momento en el que los periódicos convencionales observan atónitos como sus índices de lectores decrecen a un ritmo alarmante. Los pesos pesados de los medios de comunicación, los que manejan los hilos de la prensa en este país, se han echado las manos a la cabeza en un intento de estrujarse la mente como si fuera un trapo al que extraer hasta la última gota de agua en forma de ideas, y ya no son suficientes las promociones que antaño incrementaban las ventas de ejemplares. Los mp3, las vajillas y las películas de los domingos han entrado dentro de lo que los lectores consideran convencional, y lo cotidiano no vende. Ya dijo Schumpeter aquello de que lo que caracteriza al empresario es la innovación, y bien es sabido que el periodismo es ante todo un negocio, le pese a quién le pese. La última genialidad de los medios de comunicación es elevar al ciudadano de a pie al nivel de periodista, de manera que ahora cualquiera con una cámara fotográfica a mano, un poco de olfato y habilidad de redacción puede hacer sus propios pinitos y participar en programas, periódicos y medios cibernéticos como si fuese un licenciado. Nosotros, los que estudiamos cinco años de carrera -en el mejor de los casos- y adquirimos una base cultural y teórico-práctica para trabajar en los medios nos vemos relegados a una cola sin turno de espera, mientras ganadores de concursos de blogs sin formación alguna logran ser columnistas en el mayor periódico gratuito del país. ¿Dónde se ha visto que una persona sin un título que lo capacité para ejercer la medicina opere en un quirófano a vida o muerte? El instrusismo es la mayor lacra del periodismo, y la culpa no es de los que colaboran en los medios, sino de los responsables que incentivan dichas participaciones: en una misma jugada se ahorran gastos, ganan audiencia e incrementan su popularidad entre el gran público. ¿La credibilidad, la profesionalidad, la confianza? La guerra de las audiencias ha aniquilado todos esos valores, y ahora sólo importan el dinero y el liderazgo mediático. Al paso que vamos, lo siguiente será ganar la licencia de periodista enviando veinte tapas de Danone a una dirección de correo o un mensaje al 5555 con tu nombre completo, color de ojos y signo zodiacal. Vergonzoso.

Nos tocó la china con el transporte universitario

Gemma Juan


Día a día los ciudadanos tenemos que ver como poco a poco nos suben el precio de todo. Pero hay casos y casos. ¿Es preciso subir el transporte universitario?

Algunos ya tenemos suficiente con hacer transbordo para llegar a la universidad, porque no hay una línea de autobús que vaya directa, como para que encima lo vayan subiendo.

En mi caso diré que el autobús de Alcoy a Alicante costaba 5.75 euros, y ahora vale 6.15 euros, algo que me parece totalmente excesivo. Pero luego, coge otro autobús para llegar desde Alicante a Elche y te cobrarán casi 2 euros. Pero claro está, hay que especificar que es la ida y la vuelta, es decir, un estudiante se gasta 20 euros en un fin de semana solo en transporte público, por no hablar de los que viven más lejos que yo.

¿No se dan cuenta que somos estudiantes? ¿No se dan cuenta de que no hacemos estos viajes por capricho? Y el colmo de todo esto, es que no sirve ni el Carné Jove, ni el Carné de Estudiante, ya que un día de estos fui a coger el autobús, y a la hora de pagar, le dije muy educadamente al conductor si servia para algo el carné de estudiante. ¿Y que me contestó? Una amable carcajada, que a mí poco me gustó, lógicamente.

Por no hablar también, del momento en el que tienes que meter la maleta en el maletero, te ven sufriendo y no son ni por ayudarte; eso sí, abre bien la puerta del maletero porque encima te riñen.

Mirad hasta donde llega su mala leche, que un conductor llegó más tarde de lo previsto, y yo como siempre, le pedí que me abriera el maletero, a lo que él me respondió que ya estaba lleno y que me subiera la maleta conmigo. Así que, como pude, subí la maleta al autobús impidiendo a los demás pasajeros que pasaran cómodamente por el pasillo. ¿Cuál fue luego mi sorpresa? ¡Que el maletero estaba vacío! Entonces…

¿Por qué tengo que pagar yo que el autobús llegue tarde?

¿Con todo esto que quiero decir? Demasiadas cosas, y algunas imposibles de realizarse.

Para empezar, desde aquí, pido más líneas de transporte universitario, más baratas o que al menos sirva el carné de estudiante, más puntualidad, y por favor, un poquito de respeto, que somos estudiantes, pero ante todo personas, por lo tanto que nos traten bien.

viernes, 4 de mayo de 2007

Conductores incivilizados

Gemma Juan


¿Cuántas irregularidades encontramos todos los días en la calle? Son muchas y cada vez más, tanto fuera como dentro de las ciudades.

¿Cuántas veces encontramos coches aparcados en pasos de cebra? Personas como los ciegos o aquellos que van en sillas de rueda ¿por donde circulan?

Creo que ya lo tienen bastante complicado estas pobres personas, como para que nosotros se lo vallamos complicando cada vez más.

Por no hablar también de los carriles bici, la misma palabra lo indica, carril BICI, sólo para bicicletas. Entonces… ¿por qué los usan los coches? ¿No tienen bastante con sus carriles que tienen que abarcar también el carril perteneciente a las bicicletas? Son muchos los estudiantes que van a la facultad en bicicleta y se encuentran con diversos problemas debido a que a que se tienen que tropezar con algún que otro coche.

A ver, ¿por qué la gente cuando circula en coche es tan egoísta? Aparca donde no debe, creando problemas a los discapacitados; conduce por donde no le corresponde, ¿tan difícil es seguir las reglas? ¡Para que luego se quejen de los puntos! Esto demuestra que la sociedad está cada vez más incivilizada.

jueves, 3 de mayo de 2007

Miedo

Noemí López

Miedo.
¿Miedo a que?
¿Quizá a la frivolización?
Sensacionalismo.
¿Sensacionalismo?
¿Es sensacionalismo o pálpitos extremos de solidaridad?

¡Calla! No digas eso.
¿El qué?

Sensacionalismo.
No digas eso, eres injusto.

Está bien. Diré que es la realidad. Esta es la realidad que hemos construido. Una realidad que no nos deja mostrar la realidad en sí misma, la que se lleva la piel, la más dura, la más cruel. Una realidad que hiere las sensibilidades de, ¡oh, pobrecitos!, los más alejados de mi mundo. Una realidad a la vez contradictoria que cuando enseña la realidad sólo consigue frivolizar, acostumbrar el ojo humano. Es peor, digo que acostumbra la mente.
Tienes razón, mucha razón. Tengo ganas de llorar.
¿De verdad? No digas eso. Mira la foto de arriba, mírala varias veces. Más o menos, la quinta vez dejarás de tener ganas de llorar.
No digas eso.
¿El qué?
Frivolización.
No, yo no digo, yo escucho la realidad, esa que grita a gritos “salvadme”.

El principal requisito

José Pedro Martínez


En la competitiva carrera de un profesional para alcanzar el éxito, cualquier tipo de formación o conocimiento adquirido es indispensable. Cursos, estudios, expediente académico, colaboraciones en ONG´s, experiencia laboral, idiomas,... un sinfín de factores que ayudan tanto a la preparación individual como, por supuesto, al engrose del currículo.

Cualquier profesional que se precie intentará alargar la lista que muestra su experiencia y su competencia para realizar el trabajo que solicita, siempre apuntando a lo mas alto, preparándose para ser la persona indicada. En este arduo y largo camino que todos comenzamos desde pequeños, los idiomas se convierten en algo esencial. De sobra es conocido. Francés, alemán, japonés, el cada vez más imperante idioma chino, y por supuesto, el inglés. Quien no sepa algo de inglés, que se apunte al paro.

Es lógico (aunque matizable), que en la actualidad los idiomas cobren más importancia, especialmente por el auge de las comunicaciones. También es bastante comprensible que a los castellano parlantes se nos exijan ciertos conocimientos sobre las lenguas extranjeras, pues hasta el momento, el único idioma que podemos compartir es el inglés, el latín de nuestros tiempos. Así, franceses, japoneses, alemanes,... todos hablan en inglés y lo utilizan como una herramienta más para realizar sus labores. Pero el problema nace cuando miembros de una misma comunidad no se respetan mutuamente debido a razones lingüísticas. Es el caso de España: un estado con un idioma común en todas sus comunidades (el castellano), y con problemas derivados del choque entre lenguas regionales.

Si usted fue el primero de la clase, si no bajó de la matrícula en sus calificaciones, si tiene una amplia experiencia laboral, si, simplemente, esta perfectamente cualificado pero, pese a todo, no habla y utiliza con exactitud el valenciano (o el catalán, o el eusquera, el gallego,...), usted no es apto para el puesto de trabajo en nuestra comunidad autónoma. ¿cómo?, ¿sólo por no hablar el idioma de su tierra (no es la mía), no puedo optar a un puesto de trabajo que merezco y para el que estoy preparado? Pues así es. Y, aunque es una norma creada principalmente para los que optan a un puesto de funcionario (sea cual sea el sector; desde un policía a un profesor de la universidad), muchas empresas privadas lo exigen.

Por un lado es lógico exigir que alguien que pretende trabajar de cara al público sepa el idioma de donde trabaja.¿pero no tenemos un idioma en común? No se trata de menospreciar nuestras lenguas autóctonas (que sin duda son parte fundamental de nuestra cultura), ni de exaltar el idioma castellano como el unitario. Simplemente es facilitar las cosas a aquellas personas que, por cualquier razón, han tenido que abandonar su tierra natal y se han visto obligados a vivir y trabajar en otra que no es la suya. Por supuesto que yo, como valenciano, tengo el derecho de que en la administración pública se me atienda en el idioma de mi comunidad, pero ¿y los derechos de los inmigrantes?, ¿y el paro?, porque nadie que defiende su idioma a capa y espada recuerda el número de parados que soporta la economía. Ni tampoco piensan en lo que soportan los parados al no poder trabajar por no conocer el idioma de tu tierra.